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La prevención del bullying en adolescentes requiere adultos atentos, comprometidos y emocionalmente presentes. La serie “Adolescencia”, disponible en Netflix, nos invita a mirar con otros ojos lo que viven muchos chicos hoy: acoso, invisibilización y violencia dentro de sus círculos más cercanos. Y la gran pregunta que plantea es directa: ¿Dónde estamos nosotros cuando nuestros hijos sufren?
“Recuerden que el pecado de omisión también es pecado. Si saben hacer lo correcto y no lo hacen, están pecando.” – Santiago 4:17 (NTV)
Muchos adolescentes enfrentan situaciones de acoso físico, verbal o virtual sin encontrar adultos que los escuchen, orienten o defiendan. El bullying no ocurre aislado. Suele estar enmarcado por entornos donde los adultos están distraídos, desbordados o directamente desentendidos.
“Defiende la causa de los huérfanos y de las viudas. Y ama a los extranjeros que viven entre ustedes.” – Deuteronomio 10:18 (NTV)
El bullying, y su versión digital —el ciberbullying—, dejan huellas profundas. Pueden derivar en depresión, aislamiento, abandono escolar e incluso ideación suicida. Según datos de Unicef, 6 de cada 10 estudiantes argentinos afirman haber sido testigos o víctimas de violencia escolar.
Frente a esta realidad, necesitamos adultos valientes. Que no minimicen lo que escuchan. Que se animen a mirar con atención, a escuchar sin juzgar, y a intervenir con firmeza y amor. El rol del adulto no es reprimir, sino acompañar. No es imponer, sino guiar.
“Instruye a tus hijos con amor y disciplina. Aun cuando sean mayores, no se apartarán de lo que les enseñaste.” – Proverbios 22:6 (NTV)
Los valores no se enseñan con discursos, sino con ejemplos cotidianos. Un niño que vive en un hogar donde se respira respeto, empatía y diálogo tendrá mejores herramientas para construir vínculos sanos. Un adolescente que se siente visto y valorado, rara vez elegirá herir a otros.
“El amor no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor.” – 1 Corintios 13:5 (NTV)
A veces, como adultos, creemos que intervenir es exagerar, o que los chicos deben resolver sus conflictos solos. Pero el silencio cómplice también hiere. Cuando minimizamos lo que viven, les enseñamos que su dolor no importa. Y eso, quizás, los lastima aún más que el acoso mismo.
Desde una perspectiva cristiana, la prevención del bullying en adolescentes también implica formar corazones. No basta con intervenir en el conflicto: hay que sembrar en los chicos una mirada del otro como hijo de Dios, digno de ser amado y respetado. La fe no nos aleja de la realidad, nos compromete más profundamente con ella.
Formar adolescentes empáticos, valientes y capaces de frenar una burla o levantar al que fue humillado no es un trabajo solo institucional. Es una tarea espiritual. Y empieza en el seno familiar, donde la Palabra de Dios puede ser guía diaria y fuente de consuelo. Como padres tenemos que pastorear el corazón de nuestros hijos.
“Dios bendice a los que procuran la paz, porque serán llamados hijos de Dios.” – Mateo 5:9 (NTV)
Acompañar a un adolescente, estar atentos a sus gestos, a su lenguaje no verbal, a sus silencios, puede marcar una diferencia enorme. A veces, no se trata de tener todas las respuestas, sino de estar disponibles. De ser refugio, contención y guía, incluso cuando no lo pidan con palabras.
Recordá que cada acción que tomás hoy puede marcar la diferencia en la prevención del bullying en adolescentes.
Que esta serie, estos datos y esta realidad no nos paralicen, sino que nos movilicen. Que seamos esos adultos presentes que observan, se involucran, y acompañan. Porque prevenir el bullying en adolescentes no es una tarea de otros, sino una responsabilidad compartida que empieza por casa.